La imagen fotográfica y su historia están atravesadas al igual que las diversas disciplinas artísticas por un vacío y ocultamiento del quehacer de las mujeres artistas. La historia escrita por la cultura hegemónica – occidental se ha encargado permanentemente de obviar el trabajo creativo de mujeres a lo largo de la historia, sin estar ausente en ello la fotografía. En sus orígenes, el trabajo de estudio, estaba jerarquizado en sus labores. Los hombres creaban, las mujeres desarrollaban las labores técnicas. Subordinación que se podía observar en todos los ámbitos de la sociedad hasta mediados del siglo XX. 

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Las pioneras: Anna Atkins, Constance Mundy y Julia Margaret Cameron, abrieron el camino a las futuras fotógrafas y el espacio creativo, que llegado los años sesenta, posibilitó revelar miradas distintas a las heteronormadas, gracias al impulso de los movimientos feministas que incorporan el arte como una herramienta política y la categoría del análisis de género, lo que proporciona nuevas reflexiones y hallazgos que ponen en discusión y en jaque las estructuras de la mirada patriarcal. 

Esta tarea de visibilidad y reconocimiento del trabajo desarrollado por artistas mujeres, continúa ardúo y permanente, encontrando en este siglo, una impronta de lucha, que desde la fotografía, implica una apropiación de la imagen, sus contenidos, discursos, estructuras y temáticas propias de contar por los intereses atingentes a las mujeres: la memoria emotiva, la maternidad, el activismo, las manifestaciones sociales, el cuerpo, la sexualidad, las herencias indígenas; las miradas de las mujeres. Para posicionarse como sujetas sociales, culturales y políticas que se apropian de los escenarios de producción y distribución de sus obras, así como de la lente y sus ejercicios artísticos. 

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